El otro lado de la poesía alejandrina en Árbol de Diana

JIMMY JOSÉ GÓMEZǁ El dilema  siempre estará en lo que esconde la máscara. Alejandra se consideraba un ser triste vestido por error de euforia. Y es que hay monstruitos que no la abandonan nunca y su única alternativa consiste en aprender a convivir con ellos, normalizarlos, interiorizarlos —difícil empresa— o tan solo zambullirse en una suerte de catarsis para ver qué se le saca al sombrero, su máquina de escribir.

Todos escondemos algo. Es mentiroso quien dice que no tiene nada que esconder. Mero alarde de liberalidad. Pero, ¿deberíamos sentirnos impuros por este hecho? Pienso que si algo hace interesante esta infernal existencia es el misterio, el enigma que encierra a cada individuo. Es ese <<otro lado>> que menciona reiteradamente en toda su obra tanto poética como prosística. La otredad es la búsqueda permanente. Conocer lo desconocido, decir lo indecible… son insinuaciones semánticas, destellos ligados ente sí que configuran su problema medular.

Estamos de acuerdo con que ninguna de estos conflictos han de ser extraños en un ser con claros problemas de aceptación y adaptación, aunque desgarradoramente lúcido y con una capacidad visionaria innegable. Se necesita un auténtico desacuerdo con la realidad para plantearse y replantearse semejantes cuestiones hasta llevarlas al peligroso extremo, a la orilla de ese precipicio o de ese río que le coquetea con la pérdida de la identidad, la locura irremediable, el deterioro lingüístico… Es ese lado que evita a toda costa, pero su lucha consigue el efecto opuesto, la acerca más y más, la orilla y quiere pero no quiere. Es un amorío de contrapartes su tentación, la herida. Esa inutilidad, esa incapacidad que reconoce en sí, ese ser el que no se es. Árbol de Diana manifiesta sus más grandes temores y tormentos, si bien estos están presentes en toda su obra, en este pequeño poemario se sintetizan y condensan en una brevedad mortal.

Los cortos poemas son la máscara con la que se esconde, con la que se presenta al mundo para intentar decir con exactitud, para intentar conseguir la exactitud que sería necesaria para abrir el universo con una sola línea. El empleo de juegos verbales y semánticos es uno de los medios que emplea para subvertir la realidad, su realidad, y proyectarla en fugaces pero intensos destellos que llevan y traen imágenes de sus motivos: la infancia muerta, la ambigüedad del lenguaje, el escarnio de la soledad, la moral inhibitoria, la muerte, la incertidumbre, la inmigración que supone también la idea de la muerte, la dualidad de personalidades opuestas en sí misma, la errancia… Dicha brevedad, con elocuencia, marca también la intención y la necesidad por depurar, purificar sus textos de lo innecesario, cuya importancia en la poesía es vital. Mecanismo de defensa, búsqueda poética, de esto está formado el Árbol que nos presenta.

Así, pues, Alejandra Pizarnik logra su objetivo: una máscara capaz de sugerir cantidades de instantáneas e impresiones sin necesidad de decir tanto. Dicho sea de paso, cuesta mucho.

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