MAYNOR XAVIER CRUZǁ Lucia Berlin es un animal raro. Y bello. De esas mujeres que uno no sabe si la ama por su belleza física o por su talento como cuentista. O la ama antes de saber que es bella.
Es una narradora que han decidido rescatar y darle el valor que no tuvo en su momento y bien se merecía. Una ignorada que sabía muy bien cómo narrar una buena historia. En asuntos de letras o arte las mujeres son minimizadas por una u otra razón. Ella fue una narradora que supo de qué hablar. Y lo notamos con esta antología.
Lo más íntimo que nos relata una mujer no es cuando nos describe sus amores de alcoba, sino cuando nos habla de las desventuras de su pasado, esos oficios que la hicieron ser quien es este momento, esas calles, esas casas que nos dan grandes historias; todo cargado de humor y miserias, por supuesto.
Cada cuento nos ofrece un juego de frases lacónicas luego de una situación patética o embarazosa, llena de muchas referencias de cine, actores o actrices de la época, cantantes, canciones, carteles ofertando algo, nombres de calles, las formas de tomar un autobús y qué esperar dentro de ellos; muchas descripciones de cada ciudad o pueblo en el que vivió e hizo parte para sus narraciones, en Estados Unidos, Chile, México.
En sus relatos la tenemos en estado puro: es ella siendo niña, asistente de hogar, enfermera, profesora, asistente de un dentista, madre soltera, ella siendo alcohólica, o dentro de rehabilitación.
No es solo un Manual para mujeres de la limpieza lo que nos ofrece, nos da la oportunidad de seguirla y descubrir su humor y sus denuncias raciales o sociales, sus adicciones y su vida familiar, con su madre, su padre, su abuela; todo lo que puede hacer por sus hijos.
Lucia Berlin es de esas narradoras que te dan unos finales que nunca esperás. A veces pareciera una despistada, pero no, es alguien que supo retratar una época y supo cómo sobrevivir.