LINDA BÁEZ LACAYOǁ Ramón Mercader asesinó a Trotsky (por orden de Stalin) en Coyoacán, un 21 de agosto de 1940.
Eso está en los diarios de la época y los anales de la historia. En la novela “El hombre que amaba a los perros”, Leonardo Padura (Cuba, 1955) nos relata cómo sus dos vidas se fueron entretejiendo en medio de la “agobiante presencia” de la Historia mayor de un mundo que cambió abruptamente, entre la revolución rusa, la guerra civil española, la Segunda Guerra Mundial y la revolución social de los 70s. Y Padura lo cuenta de forma magistral.
Lo que pareciera ser una nueva revisión de la historia, se convierte en una novela trepidante, angustiante a veces, de mucha reflexión política y filosófica en las voces de un ruso (el asesinado, protagonista de la revolución rusa), un español (su asesino, “protagonista sin nombre de un pasado de horrores”) y un cubano (¡cómo si no!, receptor-narrador de las historias y protagonista de sus propias desgracias).
La novela nos lleva a reflexionar sobre lo que hemos hecho con nuestro mundo: un espacio para morir o matar por una causa, o un escenario para seguir creyendo en esas utopías pervertidas, y al final nos hace cuestionarnos si valió la pena o si en el camino perdimos todos.
¿Podría haber sido distinto si se hubiesen invertido los papeles? Nunca lo sabremos y la historia es lo que es hoy, la URSS ya no existe, y las fronteras entre las ideologías son cada vez más sutiles.
Eran tres hombres que amaban a los perros. Eran tres historias entrecruzadas. Eran tres países. Eran ideologías que se deshacían mientras la historia en mayúscula, sucedía.
Imposible no leerla. Imposible dejar de leer.