En llamas, ahora y siempre

BRENDA GÓMEZǁ ¿Se puede encontrar un sitio con las primeras miradas? Para la cineasta Céline Sciamma, sin lugar a dudas, sí.

Pero «Retrato de una mujer en llamas» su más reciente película, es también la respuesta para aquellos a los que nuestra opinión, por muchos argumentos expuestos, sólo es algo que tiene que ver con el género, por lo tanto aún hoy menospreciada. Una cuestión para nada alegre pero viva. Una respuesta amable, que no puedo proporcionar. Sí, es la respuesta a aquellos marcados por el afán de la competencia entre los sexos, los que no se han tomado la puta molestia de observarnos y a los que les da carroña que el lugar, donde la igualdad nos resulta placentera, no sea precisamente un convento.

Se trata de Marianne, una pintora que recibe por encargo realizar el retrato de Héloïse, prometida a distancia con un hombre al que si la belleza mostrada en el cuadro le resulta lo suficientemente placentera podría desposarla, llevándosela lejos de su hogar, condenada a encontrar consuelo en lo que resulta ser su desgracia.

Se trata de vos, de mí, del asunto que se sigue nombrando con pudor, pero que realmente sólo sigue relegándonos.

Se trata de un film delicadamente rodado, cuyos personajes me recuerdan a los que pueblan en el libro Claus y Lucas de Agota Kristof, y las vivencias de la abuela Sugar en Beloved de Tony Morrison. Se trata de un asunto donde las mujeres hemos pasado significando un prototipo antes que ser nosotras mismas

¿Cuándo fue la única vez que te has sentido indudablemente enamorado? ¿Es aquí donde tengo que poner que la primera vez que quise besarte llevaba bajo el brazo un libro de Dostoyevski? Pero no pude, las convenciones nos lo impedían, aunque besarse en un pasillo de la universidad sea la cosa más trivial del mundo, para algunas esas cosas comunes siguen vetadas.

Es sólo una película, y la quiero recomendar, aunque no conforme con el final, tan real y duro como la vida misma, se supone que estamos aquí para ser felices y no amar en el recuerdo. Esta es una historia del siglo XVIII pero que continúa perpetuada en esta llamada modernidad. En la actualidad, deberíamos querer libremente y encontrar la sororidad allá donde vayamos.

Quiero que todo sea pronunciado adecuadamente, sin pertenencias a una regla, que el aborto o la homosexualidad no sean una categoría.

Quiero que esta película no sólo sea una película, quiero que no sólo sea una declaración de intenciones con la música maravillosa de Vivaldi de fondo, pero quisiera, eso sí, que todo el mundo la vea y entienda.

En lo que a mí respecta, ha llegado el día en que por fin dejé de hacer garabatos en todas las jodidas páginas 28 de mis libros, y empiezo a caminar por la calle sin que todo me parezca una tormenta.

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