Exaltación de la alegría y la libertad en los cronopios

ALDO ALDANAǁ El escritor mexicano Luis Felipe Lomelí, afirma que los microrrelatos “tienen la particularidad de abrirse a una infinidad de interpretaciones, pues su simpleza permite a cada lector llenar los silencios desde cualquier tiempo o lugar”. Esto para mí es importante mencionarlo, pues es justo decir que, si no se cuenta con la audacia suficiente, para un lector un microrrelato no dirá nada. Continuando con Lumelí, compara el caso del  Luis XIV (La mitad del Diablo, 2006), del español Juan Pedro Aparicio, que consiste de la sola palabra: “Yo”, se debe de tener un cierto nivel de conocimiento para asociar dicha palabra con el absolutismo del Rey Sol, al compararlo con un cuento como “la mujer que amé se ha convertido en fantasma. Yo soy el lugar de sus apariciones”, (Cuento de horror) de Juan José Arreola, se abre a una gama de interpretaciones que abarcan desde el horror hasta lo romántico.[1] El micro relato es así, solo nos deja la posibilidad.

Ya que he mencionado a Juan José Arreola hay que ubicar en Latinoamérica a grandes genios que hicieron de este estilo de escribir la forma de apostar por la estética de lo breve, con él, encontramos esta emoción por la reducción de sus textos ya con la publicación de Confabulario (1952).Por su parte, Augusto Monterroso, vendría a introducir un enorme cambio de estilo en la literatura guatemalteca del siglo XX que se condensaba, redundando, en brevedad e ironía, publicaba Obras completas (y otros cuentos) (1959), siendo su micro relato “El Dinosaurio” uno de los que ha trascendido. El argentino Julio Cortázar  publicaba  Historias de Cronopios y Famas en 1962. Otro argentino destacaba años después con el título Falsificaciones(1966), Marco Denevi.

Un lector se encontrará con los Cronopios y los famas una ingeniosa forma de construir una sociedad idílica y surrealista, basado todo en la observación. Los cronopios que no parecen ser realmente humanos, son un retrato de muchísimas personas que viven al margen de las cosas, que parecen contemplar y encontrar alegría en cosas tan pueriles e insignificantes y no parecen interesarse por lo que para otros debe ser importante, ellos son los obreros, los empáticos, los más sentimentales. Por su parte, los famas, se ubican en el poder, son cínicos, aman todo tipo de orden y ordenar también, serán los falsos filántropos, los dueños de empresas o presidentes.  Los cronopios odian a sus padres y por eso se rehúsan a embarazar a sus mujeres, los famas se las embarazan, los cronopios educan a esos hijos y los vuelven como ellos.

Hay una apuesta impresionante por la ironía en este texto, no es imposible toparse con realidades hasta subversivas, es fácil encariñarse con los cronopios pero también nos descubrimos todos un poco en los famas, aunque quizás otro tanto se quede con los esperanzas, estos que ni siquiera se ganaron un espacio en el título de la obra, van de cronopios a famas, un punto intermedio, ambiguo, pusilánime.

En uno de los microrelatos un fama se ufana de ser generoso al ayudar, una sola vez, a un esperanza, cosa que hace solo por satisfacción propia “para sentirse generoso”, cosa que el cronopio “no es generoso por principio”, y así, con tantísimos guiños a una sociedad dividida en dos grandes barcas imperantes, la de los ricos y los pobres, la de los que tiene éxito y son perdedores, los que son felices sin ambiciones y los que con ambiciones son infelices, Cortázar va tejiendo los pequeños su textos. 

Hay una crítica al sistema, a la doble moral de la sociedad y a la corrupción de los que hasta hoy nos dominan, ¿Cuántas personas asociales nos topamos a diario?

Al final, al insinuar a los cronopios como no completamente humanos, si no que es una raza diferente que tiene “manitas” que agita a la menor emoción,  el autor parece intentar exaltar el valor de la libertad que se puede encontrar en la abstracción, personas que aprende a lidiar con el sistema sin que los engulla y sigan caminando sin mirar a ningún lado, los cronopios odian a sus padres como una persona libre debería cuestionar los dogmas e intentar cambiar, ser otro, no repetir historias.

Yo no podría recomendar Historias de cronopios y famas a un lector que busque la satisfacción efímera de una heroína en trajes de seda. Obras como ésta intentan incentivar en el lector la posibilidad de que él se crea que puede tener su propio cuento, su versión no impuesta.

Cortázar intentó condensar lo que para él es el sentido de la justicia, construyendo una obra fantástica  que se explaya en el fino arte del microrrelato.


[1] “Sobre el migrante y otros microrelatos latinoamericanos” Disponible en: http://www.uprrp.edu/2015/10/sobre-el-emigrante-y-otros-microrrelatos-latinoamericanos/

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