JOSE LÓPEZ VÁZQUEZǁ En mi pequeño estante no tengo ningún libro de Mario Benedetti, no porque lo considere innecesario, sino porque en mi búsqueda entre los escaparates descoloridos y el amontonamiento de estos puestos no he encontrado ni una sola de sus obras en buen estado. Lo que he leído de él, ha sido de forma dispersa, en esa gran biblioteca, llena (muchas veces) de oro y basura, como lo es el internet.
Sus cuentos se caracterizan por estar conformados por una urdimbre breve, sencilla y contundente, además, poseen efectos magnéticos como la ironía, la gracia, el ingenio y el humor. A decir verdad, aparentan ser de fácil asimilación, pero que exigen cierto grado de comprensión y lectura.
Para destacar o señalar algunas de estas cualidades literarias, elegí dos cuentos que según supe, pertenecen su libro Despistes y franquezas (1989), el primero se titula El hombre que aprendió a ladrar, el segundo, Traducciones.
En el primero se relata la historia del personaje, Raimundo, quien a través de arduos y pragmáticos esfuerzos aprendió a ladrar, con el fin de poder comunicarse con su perro; y así lo hizo, ambos llegaron a entenderse muy bien, a dialogar abiertamente. Sin embargo, cuando Raimundo le preguntó a su perro acerca de que si ladraba bien, el can le respondió que lo hacía bien, pero que aún lo hacía con acento humano.
El otro cuento, trata de que el poema del protagonista de la historia siempre mejora en calidad al ser traducido a otro idioma, aunque haya sido a través de una traducción indirecta o lejana. Al someter nuestros textos a una traducción, se corre el riesgo que ese texto pierda un poco de nuestra personalidad y adopte (en cierto modo) el aliento, el estilo y el lenguaje del que lo traduce, quedando, incluso, mucho mejor elaborado que el texto original.
He ahí, pues, dos textos que resumen las características esenciales (aunque bien pude haber seleccionado otros) de la obra de Benedetti, estos me gustaron por la temática y la sencillez con la que los creó.