JOSÉ LÓPEZ VÁSQUEZǁ ¿Quién no ha leído o visto a través de una función cinematográfica cuentos infantiles como El principito, Blanca nieves, Alicia en el país de las maravillas, Pulgarcito, entre otros? Son cuentos que hicieron de nuestra infancia algo mágico, llena de imaginación e ingenio. Al igual que lo fueron las narraciones de espantos y aparecidos que nos contaba la abuela desde su mecedora, mientras permanecíamos alrededor de ella, iluminados por un candil, asombrados y silenciosos, crédulos y atentos.
Cuentos de navidad de Charles Dickens es una obra dentro de la línea temática y estilística del autor, que lo posicionó como un precursor de la literatura fantástica, al igual como lo hizo su fantasma de Scrooge.
Cada uno de estos breves cuentos, armados con un léxico claro, refinado y sencillo, tienen como propósito, además de deleitar, revelar las claves para desentrañar los secretos de los misterios y de la mística navideña. Aspectos que hicieron de su obra, un producto muy demandado, tanto en su época como en las siguientes generaciones.
En estos se expresa que la navidad no solo es un período de adornos superficiales o físicos, sino una etapa de adorno interior, de transformación, de un renacer a una nueva persona, a un nuevo hombre. De ahí que estos arremetan contra el mal, contra la codicia, contra la injusticia social. Pero también, exponen, suscitan que es una época, por naturaleza, donde nos invade la nostalgia, al ver todos esos juguetes que cuelgan del árbol, conduciéndonos al estar ahí, a ese único paraíso posible del hombre: la infancia. De igual modo, es una época que más allá de las reuniones familiares, donde se disfruta del banquete, de esas conversaciones amenas acerca de lo negativo y positivo que transcurrió a lo largo del año, del chisporroteo de la pirotecnia, del intercambio de obsequios; es el escenario idóneo donde vagan los fantasmas por los pasillos del hogar, arrastrando sus historias, tratando de decirnos algo o de abrir con sus llaves la cerradura de nuestro sosiego, de nuestra mente.
En fin, son historias aleccionadoras, que nos invitan a cultivar valores y buenas costumbres, a renacer entre las ruinas del pasado y de los recuerdos.