Caperucita roja y el lobo

MARGARITA HERNÁNDEZǁ Siempre me ha parecido que  Caperucita Roja es un cuento de terror;  hadas mágicas, elfos, genios y brujas encajan perfectamente en la inocente imaginación de un infante hambriento de sueños con la posibilidad de verlos hacerse parte de la realidad. El relato sobre esta niña no me pareció nada de eso en mi infancia.

Desde la primera vez que escuché la versión de los hermanos Grim pensé que el cuento  no tiene  las características de los cuentos infantiles, Caperucita no es una princesa, el lobo feroz no es un príncipe hechizado que tomaría forma humana con un beso de verdadero amor y el bosque no es un paraíso escondido. Me sorprendió leer la versión original de Le Petit Chaperon rouge (francés) de Charles Perrault, inicialmente como un cuento infantil mejorado y adaptado de la antigua  tradición oral, en los cuentos de Mama Ganso, pero debemos tomar en cuenta la versión del poema De puella a lupellis servata (la niña salvada por lobos) en idioma latín por el diácono Egberto de Lieja en el año 1023 y antes de esta en el siglo XIV los campesinos franceses contaban la historia en la cual un lobo llega a la casa de la abuelita, la devora y ocupa su lugar, luego llega la nieta y es engañada por el lobo quien la invita a comer un poco carne y beber un poco de vino —la carne y la sangre de la abuelita— algo que me parece sustancialmente en referencia al dogma católico de la transustansación (conversión del vino y el pan en la carne y sangre de Cristo en la homilía católica).

Charles Perrault dio un giro a la historia incluyéndola en un volumen  para niños  Cuentos de antaño, 1697, donde su relato dista de lo que conocemos como cuentos mágicos infantiles y le aplica una característica mucho más cruel y despiadada, sin embargo un poco más mensurada en comparación a la versión oral contada en la corte de Luis XIV donde el lobo y Caperucita devoran el cuerpo descuartizado de la abuelita.

Debo acentuar que la versión de Perrault hace más evidente mis sospechas y miedos que en su momento en mi niñez concebí en mi conciencia infantil.  Este autor nos ofrece un cuento en donde el matriarcado impera. Nos cuenta que en el pueblo nació una niña con una belleza sin igual de la que la madre y abuela enloquecieron de amor por la criatura. Además no hace mención del padre de la niña, ¿sería acaso un error suponer que la madre concibiera de una manera impropia para la época? El cuento no lo especifica. Continúa con el relato y nos dice que la madre le manda a ver  a la abuela  enferma quien vivía en otro pueblo, ¿por qué una madre manda a su hija sola por caminos inciertos hacia otro pueblo? Sorprendentemente las madres  no  envían a sus hijos al peligro.

El relato nos lleva al momento donde se encuentran Caperucita y el lobo, que se la quiere comer en ese mismo instante y en ese lugar, pero el lobo no lo hace y astutamente engaña a la niña haciéndola partir por el camino más largo a la casa de la abuelita y así llegar antes y preparar la escena donde montaría su trampa.

El lobo devora a la abuelita y se acuesta en la cama aguardando a Caperucita que no tardó en llegar y a quien una vez más logra engañar convenciéndola  para que se “desvista” y entre en la cama junto a él, un acto implícitamente sexual, Caperucita se percata de la forma corpórea de la supuesta abuela en la cama y comienza a objetar:

—Abuela, ¡qué brazos tan grandes tienes!

—Es para abrazar mejor, hija mía.

—Abuela, ¡qué piernas tan grandes tienes!

—Es para correr mejor, hija mía.

—Abuela, ¡qué orejas tan grandes tienes!

—Es para oír mejor, hija mía.

—Abuela, ¡que ojos tan grandes tienes!

—Es para ver mejor, hija mía.

—Abuela, ¡qué dientes tan grandes tienes!

—¡Para comerte!

Y diciendo estas palabras, este lobo malo se abalanzó sobre Caperucita Roja y se la comió.

No hay nada mágico en lo que me parece un cuento de terror, encuentro descuido, engaño, violación, trampa y canibalismo, un cuento de mi infancia contado precisamente por mi abuela que me deja más traumas y un profundo miedo a todo aquello relacionado a los canes y género masculino. Y es el único cuento donde no se me apetece ser Caperucita encantada.

Annie Marcia Hernández, (León). Escribe bajo el seudónimo de Margarita Hernández,. Colaboró y fue parte de la Sociedad de Escritores Ramón Romero (SEAR) en la ciudad de Chinandega. Pública su primera Antología con Red de Escritores de Nicaragua (REANIC) –  Chinandega en el año 2019, participa y colabora con la revista Chinandegana Chinamitlan auspiciada por la Secretaria de Promotora Cultural de Chinandega. Ha incurrido en varias publicaciones poéticas y de narrativa para la Acción Creadora Intercultural ACIC-Nicaragua, colabora con el blog de “El Viejo Librero” con Reseñas literarias.

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