ALDO ALDANAǁ No sabría explicar mis sentimientos hacia León, siempre me ha fascinado su tradición, su historia, sus leyendas y máscaras que ha asumido a lo largo de la historia. No es de extrañar pues que las novelas que hacen de la ciudad también su personaje sean para mí un deleite, tal es el caso de Entre altares y espejos (2000) de la artística plástica María Gallo (1945-2020), los reconocidos títulos de nuestro premio Cervantes 2018 Sergio Ramírez Mercado, hablo de Castigo Divino (1988) y Margarita, está linda la mar (1998), pero la novedad en Gloria Elena Espinoza de Tercero (GEET) en su primer novela La Casa de los Mondragón(1998), es que explora, como María Gallo, lo más íntimo de una sociedad leonesa que hizo de sus casas solariegas el centro de sus vidas, dándonos una novela costumbrista que muestra la decadencia de una sociedad ante el ímpetu de las silenciosas heroínas femeninas que se resisten a ser las sombras de sus señores.
La Casa de los Mondragón nos ayuda a conocer la vida en León de fines de siglo XIX hasta las últimas décadas del XX. Cada párrafo construye escenas cotidianas de mujeres cocinando para el Señor de la casa o una niña que se niega a aceptar lo que para las demás damas de la casa era natural, junto a ello las costumbres, las comida nicaragüenses descritas con tanta limpieza y realismo que podemos sentir los olores de las mismas, además, los hedores a encierro de los cuartos de la casona que nunca se abren y que parecen encerrar misterios y secretos vergonzosos, y si algo hace bien Espinoza de Tercero es arrancarle carcajadas al lector, logra diálogos donde plasma muy bien el cotilleo de las cocineras con el típico deje campesino que realmente es agradable y cómico.
Otra faceta que nos presenta esta novela, es el mundo poético que durante siglos dominó a León, la ciudad donde Rubén Darío escribío sus primeros versos, Gloria va tejiendo los hilos de esas épicas escenas históricas de los artistas nicaragüenses, como el llanto de José de la Cruz Mena en las escalinatas del teatro que luego de su muerte llevaría su nombre, conmovedor es verlo a través de esta novela ocultando su lepra mientras desde adentro se dejan escuchar los acordes de su famoso vals “Los Amores de Abraham”, escenas donde se cruza Alfonso Cortés, que en su locura escribió un bello y famoso poema llamado “Ventana” y muchas otras facetas de las que la autora se vale para retratar a la ciudad.
Es interesante como Lidia se enfrenta a Don Ventura Mondragón, hazaña que repetirá también su hija, siendo estas acciones las que mostrarán el feminismo de GEET, presentando como transgresor el hecho de que la nueva generación de mujeres de esta reconocida familia leonesa, aceptase su embarazo, lo luciera, y aunque tuvieran que salir de la ciudad para buscar mejor vida en otros pueblos, será este acto de independencia un duro golpe que en Ventura Mondragón lo reciben toda una época de costumbres y viejas ideas. Es decir, la autora nos cuenta la idea de un feminismo que nació en el seno fecundo de las mujeres que habitan estos caserones, la pequeña de los Mondragón no en vano es lectora, no en vano visita a hurtadillas la biblioteca del dueño de la casa, no en vano en ella iniciaría su desgracia, expulsión y deshonra, pero con ello su libertad. Nunca sabemos el autor de ese embarazo fortuito, no es importante para la autora, eso también es sin duda interesante.
Hay mucho paralelismo, como ya lo mencioné antes, entre esta novela de Gloria Elena Espinoza y la ya citada de María Gallo, sus personajes femeninos simplemente siguen su camino y con ellos forman a la nueva generación de esta ciudad.
Las casas solariegas van quedando atrás, se van convirtiendo en tiendas, bodegas, bares, billares, son museos en el mejor de los casos o se incendian en los casos peores, la Casa de los Mondragón no escapa de ese destino, pues la nueva generación con ella también enterró su apellido y el viejo recuerdo de una época que no será más.