A pocos centímetros del miedo

MAYNOR XAVIER CRUZǁ ¿Alguien sabe quién es Samanta Schweblin? Hasta hace unos meses yo no sabía quién era esta argentina, ni tampoco qué tal era su narrativa, lo que sí puedo asegurarles que Distancia de rescate (2014) es una de las mejores novelas que he leído este año, y tal vez de lo mejor que se ha escrito de literatura de terror fantástico en la última década (no me olvido que el siglo pasado la chilena María Luisa Bombal y la mexicana Amparo Dávila tienen textos que exploran este género literario, a quienes abordaré en otro momento).

La obra inicia con un diálogo (también puede tomarse como un interrogatorio) entre David, un niño  y Amanda, una mujer que ha decidido pasar unas vacaciones con su hija, Nina, en un pueblo lejano y debe contarle al primero lo que está pasando y dónde se encuentran alguno de los personajes por los que el niño pregunta.

En este pueblo Amanda conoce a Carla, y muy pronto traban una amistad, sobre todo porque Amanda nota en ella que no es parte del pueblo por la forma de vestir y que Carla tiene un hijo, David.

 “Seguí, no te olvides de los detalles”, le dice David en un momento a nuestra narradora, a quien antes le ha hablado de la existencia de unos gusanos:

«Son como gusanos.

¿Qué tipo de gusanos?

Como gusanos, en todas partes».

El suspenso está desde la primera página y nos adentramos en la interioridad y pasado de ambos personajes principales.

Con un narrador en presente, la ausencia de guiones largos para los diálogos de los personajes principales, las mudas narrativas (del narrador protagonista al narrador omnisciente) la novela avanza dejándonos dudas mientras vamos leyendo cada página.

La explicación del título de la obra también la quiere saber David:

«Contame más sobre la distancia de rescate.

Varía con las circunstancias. Por ejemplo, las primeras horas que pasamos en la casa quería tener a Nina siempre cerca. Necesitaba saber cuántas salidas había, detectar las zonas del piso más astilladas, confirmar si el crujido de la escalera significaba algún peligro».

Cualquier lector se quedará paralizado cuando Carla le confesará a nuestra narradora que David ya no es su hijo.

“Así que éste es mi nuevo David. Este monstruo”, le soltará Carla y el suspenso seguirá avanzando dentro de la novela.

 ¿Por qué dice eso?, es la pregunta que también se hace Amanda.

Durante el diálogo entre los personajes principales, y las preguntas que se hacen nos va empujando a descubrir esa verdad que buscan ambos para explicarse lo que les ha ocurrido.

En algún momento el lector se dará cuenta que ellos no están en casa y cuando eso suceda la novela lo habrá atrapado por completo, así como los atraparían esos gusanos que mira David desde el inicio de la novela.

Más a un texto cargado de una denuncia y una alegoría sobre la protección de los padres a los hijos, asistimos al miedo de ambos, a darnos cuenta que en pueblo lejano puede dar una historia tan maravillosa como la que nos contó en pocas páginas Samanta Schweblin.

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