Poeticidad y brevedad en Narraciones de Juan Aburto

JOSÉ LÓPEZ VÁSQUEZǁ En mi casa hay una bodega donde se puede hallar desde un perno hasta una coba, desde un calcetín hasta un pantalón inmerso entre cajas y sacos macén. Ahí, entre el silencio y la oscuridad, hay un gavetero en mal estado donde guardo todos mis manuscritos. Sin saberlo encontré bajo un velo de polvo ─y entre polillas─ un librito conformado por diez cuentos de temática variada que compré hace aproximadamente quince años en los libros usados del mercado Roberto Huembes. Debido a mi tremenda inmadurez literaria de ese entonces no le di mucha importancia. Se trata de la primera edición de Narraciones de Juan Aburto, publicado por la editorial Distribuidora Cultural en el 2006 y con prólogo del catedrático Julián E. González.

Aburto fue un hombre que remó contra la corriente, al graduarse como narrador en un país donde la norma para un hombre de letras, era y es ser poeta. Supo transmitir técnicas y recursos de autores como Chéjov a un discípulo aventajado como Sergio Ramírez.

Quizá el hecho de nacer en estas tierras, le haya hecho optar por el cuento y no por la novela, pues el cuento, es el género literario más cercano a la poesía.

En su obra, lo poético es más que evidente. Incluso, además de usar las descripciones e imágenes de forma novedosa en Mi novia de las Naciones Unidas:

“Eran rosáceos sus brazos de textura de begonias, me decía yo; los muslos firmes de yuca, pero sin fibras; los ojos azules de laguna de Asososca; las piernas elevadas como palmas, brillantes y lisas, con piel de hojas; la cabellera amarilla de rancho de paja acabadito de hacer en Ticuantepe…”.

 Utiliza, de igual modo, en sus textos recursos que aumentan la poeticidad del escrito, como lo hace al usar el estribillo en su cuento El amigo:

Como todo paisaje circundante, ¡oh misterio no desentañado!, la tabla era gris, con tonalidades blancas en la orilla. En letras azules, en el centro, se leía: “Luis Carlos Rivas, Barbero”.

O: “cada día nos acercamos a su barbería y a su tabla, buscando la voz de ésta, que siempre decía lo mismo, pero… ¡tan sabroso!, no sabíamos por qué: “Luis Carlos Rivas, Barbero”.

O esta otra: “No recordábamos entre ellas a Luis Carlos Rivas, a pesar de allí, junto a su puerta, a todas voces proclamaba el único rótulo de la calle: “Luis Carlo Rivas, Barbero”.

Vale recordar que Poe en su poema El cuervo usó el estribillo para incrementar la carga musical y poética. Así mismo, encontraremos entre los renglones de estas historias una adjetivación inventiva. La elección del calificativo en él es para añadirle, resaltarle o recrearle en la mente al lector un brillo coloquial que enriquece y da fuerza al texto; varios ejemplos son fáciles de reconocer en su cuento El chechereque:

Le dio vuelta al chechereque y se vio de largo que era así, de lado, y por el otro; algo verdecito; medio borroñoso por debajo, parece que tenía un hoyito quién sabe para qué y uno como dedo pandureco; no se veía bien. La cuestioncita era brillosa y negra de un lado, algo suave, y finita, finita. Más bien parecía como manita de tunco, apachurrada y toda quisneta, que hasta que afligía”.

Heredero del rigor de Flaubert y Faulkner, se propondrá usar en sus frases lo justo, es decir, que en ellas no sobre ni falte palabra alguna. Usar el término más preciso y claro, como si se tratara de la composición de un verso, será su estilo:

y corren empujándose unas contra otras hacia Occidente, buscando la dirección de los Maribios, y como cresta de iguana interminable se pierden esas serranías trotando pesadamente hacia Momotombo…”

Quizá, por eso, empezó a publicar sus obras de modo tardío, buscando el vocablo que engarzara bien y diera sentido más claro y fresco a la construcción de la frase. De igual modo, heredará la brevedad de Quiroga. Recordemos que el texto corto es un espacio lingüístico que resuelve una trama a través de muy pocas líneas; busca la sorpresa, la concisión y la contundencia. De estas cualidades hará derroche Aburto para mantenernos atrapados en su mundillo, en esa atmósfera donde lo urbanístico y lo característico de la gente de Managua de mediados del siglo XX ocuparán el fundamento de su cuentística y marcará un antes y después en el panorama narrativo nacional; y creará una frontera donde lo vernáculo y los cuentos de camino no tienen cabida.

En lo sucinto hallará su hábitat. De ahí que en sus obras posteriores también apostó por ello. Probablemente siguió el camino de Borges, quien expresó que es más fácil vigilar un cuento (por su brevedad) que una novela.

Lo breve y lo poético son sus atributos más obvios, los cuales, a través de su magisterio nos heredó a nosotros y a las siguientes generaciones.

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