ALDO ALDANAǁ De forma digital llegó a mí la primera novela del escritor francés Édouard Louis publicada en 2014 con el título Para acabar con Eddy Bellegueule. De corte autobiográfico, el autor nos cuenta el crecimiento de un chico en la Francia rural de finales del siglo pasado, abordando varios temas que pueden ser obviados e incómodos,como la pobreza, la discriminación, el racismo, el clasismo social, la incultura, el alcoholismo, la violencia intrafamiliar, sobre todo por que para algunos hoy en día se pueden considerar problemas superados luego de las guerras mundiales, pero no señores, siguen vigentes. Por mi parte, el tema que me interesó fue el de la homofobia.
La literatura representativa del colectivo LGBTIQ++, muy en lo personal, no ha sido algo que yo consuma con frecuencia, hace algún tiempo me leí Aristóteles y Dante descubren los secretos del universo (2012), y lejos de gustarme, solo hizo sumirme en un pesimismo que podríamos calificar de absurdo, pero es la misma razón por la que aún sigue empacado y sin ver su adaptación la obra Llámame por tu nombre (2017). Pero este título me llamó la atención cuando miré la recomendación del joven escritor Ernesto Castro Herrera, porque encierra en sí una especie de fuerza, de término, de ansias de ganar algo.
Para acabar con Eddy… está escrita en primera persona, con espacio suficiente para la jerga cotidiana, sin caer en lo ordinario, con un buen ritmo y, sobre todo, un gran desarrollo del personaje principal, Eddy, que a grandes rasgos nos cuenta su vida en el pueblo donde nació y su lucha por sobrevivirlo desde su niñez hasta su adolescencia.
No es tampoco un relato lastimero de la tragedia de un niño que sufre bullying, para nada, conocemos a un jovencito que enfrenta su realidad desde todos los ángulos y que pronto le quedará claro que “Nunca se acostumbra uno a que lo insulten” (P. 10). Cualquiera que no ha estado del lado de la acera de Eddy, incluso miembros de la comunidad, podrían considerar irreal lo que Eddy narra, pero no, yo puedo atestiguar que su relato no es ni exagerado ni lastimero, es real.
Eddy compite contra un mundo que lo rechaza. Se deja arrastrar por la violencia en la escuela y su familia, pero cuestionándose cada vez con mayor contundencia. Se nota en el tono de su narración el rechazo que provoca a su entorno, y a la vez la angustia por encajar que van deviniendo en fracasos uno tras otros donde “No había que ser marica para poder jugar a serlo lo que duraba una velada sin arriesgarse a los insultos” (P. 107).
Es incómodo leerla, claro, sobre todo porque es evidente enterarnos que muchos millennials crecimos quizás con la imposibilidad de un noviazgo con quien quisiéramos, que nos tocó iniciarnos sexualmente a muy temprana edad porque simplemente los “cochoncitos” solo sirven para eso, con recuerdos llenos de “frases que le gustaría a uno poder olvidar y, más aún, olvidar el gesto del olvido para hacer que desaparezcan para siempre” (P.118). Es incómodo admitir que nuestra sociedad, incluso hoy, incluso al considerarse progresista, sigue violentando la libertad de conocernos por nuestra propia cuenta, de admitirnos a nuestro ritmo, porque antes el closet era una dictadura, ahora quien se queda en él porque simplemente así lo desea es un lastrado, donde aún hoy “a las chicas se les perdona más que hablen con los maricas” (P. 47).
Édouard Louis inaugura con esta obra una trilogía que la componen Historia de la violencia (2016) y Quién mató a mi padre (2018), donde irá abordando temas como la violación, el racismo, y la pobreza también, con episodios de su vida más concretos.
Es una novela super corta, nada densa, sin ánimo alguno de construir una moraleja, simplemente cuenta, y habla en nombre de cantidad de chicos y chicas que siguen intentado escapar, intentando encajar, intentando buscar un lugar en el mundo, luchando por no acostumbrarse a los insultos, por no perderse el respeto ellos mismos.
Si me queda claro que mi experiencia personal puede subjetivar lo que pienso del libro, pero el poder de los diálogos, la estructura y cambio de las voces de los personajes que son descritos, hacen que todo sea más íntimo, y hablan de la calidad narradora que tiene el autor. No importa la posición del narrador, fácilmente uno se hace la idea en la mente de la forma en que habla su madre, los gestos de su padre, las caras de sus compañeros de colegio, sus angustias internas, y todo sin extenderse demasiado.
En lo que va del año bien lo podría situar entre mis mejores lecturas. Creo que si este libro se hubiese publicado antes, y yo lo hubiera leído en 2005, lo hubiese aborrecido. Eddy con tan solo veintidós años logró construir esta historia que habla de un escape que muchos seguimos buscando con muchos años de diferencia.