BÉKER DÍAZǁ ¿Cuánta tela se puede cortar en la temática de familias disfuncionales? Tal vez ese tópico sea un competidor directo con los horrores del holocausto, que se sigue explotando y no deja de sorprender y arrancar expresiones lastimeras en los lectores. Si a esto le sumamos la realidad que se vive en Latinoamérica, el abanico de posibilidades se abre al punto de volverse exponencial. He leído hace poco la novela de César Zeledón, Breve adiós a mi padre (2022), cuya trama se basa en asuntos familiares sin resolver. Se trata de la primera obra de este autor, resultado del Laboratorio de novela 2018, proyecto que apoyó a los escritores emergentes de Nicaragua y cuyo fruto ya está en las librerías gracias a la editorial Narratio.
Su título nos da la inmediata idea de una muerte próxima, un padre que tiene un padecimiento cuyo resultado será la inevitable fatalidad, no más. Podría ser en sí mismo un spoiler. Lo es y no lo es. Si bien la novela nos habla de una familia en conflicto, casi disuelta —de las que abundan en nuestra América Latina—, no queda todo ahí. Conoceremos en estas casi ciento cincuenta páginas los momentos más crudos de la vida de Fran, un joven aficionado a la poesía, trabajador de un call center, habitante de la Managua de 2017. El poeta acompaña la lenta agonía de su padre, un hombre entrado en años, alcohólico redimido, al que ha odiado desde niño y con el que a medias intentará hacer las paces para ayudarlo a bienmorir a causa de un cáncer de páncreas con metástasis.
No es una historia de reconciliaciones y de finales felices con gran recompensa moral amparada en la posverdad. El protagonista, con su filosofía que se columpia entre estoica y nihilista, sabe justificar su odio, no encuentra motivos para un abrazo y un te quiero, porque no le nacen y ante todo es una persona fiel a sus ideas. Es antagónico a su hermana Sofía, quien trata de conciliar las dos partes: el padre tosco, chapado a la antigua, y el hijo moderno, desapegado y rencoroso.
La novela, aun con su brevedad, no avanza de forma lineal, sino que hace uso de la analepsis con pasajes de infancia y adolescencia. Hay subtramas interesantes, que a mi gusto ojalá se hubieran desarrollado más, eso sí, contiene un lenguaje sobrio y directo, además contado todo por un acertado narrador en primera persona que sabe dar cuenta de su filosofía. Es un retrato fiel de nuestra sociedad posmoderna, en que los conceptos morales, que hasta hace poco eran incuestionables, han perdido el sentido y no se sostienen por sí mismos. Odiar está bien, aunque el objeto del odio sea un progenitor.
Breve adiós a mi padre es una novela de reflexión, de monólogos interiores, cuestionamientos a la familia tradicional y sobre todo deconstrucción de conceptos. A mi parecer es una obra sin intención moralizante y mucho menos con un mensaje de esperanza. Es un relato que explora los entresijos del odio entre parientes, que no pretende aleccionar, sino solo relatar hechos. El lector puede sacar de ella sus propias conclusiones: llamar a sus padres después de haberla leído, pedirles perdón, o simplemente sonreír al descubrirse empatizando con el protagonista.