Algunas mujeres nos enseñan cuánto significan las olas

MAYNOR XAVIER CRUZǁ Tengo un pequeño problema: me gustan las escritoras. Antes buscaba poetisas, por falta de narradoras que llegaran a mis manos. Cuando estas otras llegaron, ocuparon el espacio que se merecían.

Por mis amores con las primeras me quedó el gusto por lo lírico, esas metáforas que se diluyen entre las narraciones, por eso fue que al llegar Virginia todo fue un aprendizaje.

Lo que no había encontrado en Elena Garro, Sol Arguedas y otras narradoras lo encontré en la Woolf; sí confesaré que no había tenido el gusto de leer autoras que no fueran antes que ella, todas fueron de la mitad del siglo XX a nuestros días;  ella, con Las olas (1931) me dio esa experimentación  poética con los monólogos, esos capítulos cortos sobre las olas y su vaivén, esas olas que como los personajes se van moviendo en toda la novela.

Los personajes son seis, tres niños (Bernard, Rhoda, Louis)  y tres niñas (Jinny, Neville, Susan)  y un personaje que va existiendo conforme ellos lo mencionan y extrañan (Percival); las historias se cruzan entre sí, ellos conociéndose, viviendo su infancia y desencuentros, luego los vemos separarse por que deben asistir a sus escuelas, pero se recuerdan. Cada intermedio de su crecimiento va marcado por esas olas, son ese elemento de transición en cada etapa de la vida de estos personajes.

Las olas no son una simple descripción, simboliza esos cambios, es lo que nos hace sentir con ellos es pesadumbre de un día en el mar que va muriendo mientras llega el anochecer.

No negaré que antes de ella había llegado a Los cachorros de Vargas Llosa, Bendito escondido y ¿Por qué cantan las aves canoras? de Sergio Ramírez y en ambos autores me gustó el tratamiento de la infancia y la adultez de los personajes, eso mismo que logró José Emilio Pacheco con Las batallas en el desierto.

Virginia logró esa comunión entre monólogo, lirismo, y una novela sobre el crecimiento de los personajes sin cargarnos de tantos detalles sociohistóricos; la ausencia de los mismos nos agiliza la lectura, y haberla publicado hace casi un siglo fue un genial atrevimiento narrativo, del que muchos de sus lectores no estarían preparados, aun siendo su séptima novela y sabiendo que de ella siempre habría algo novedoso.

La infancia está cargada de recuerdos, así como el mar, ¿verdad, Virginia? ¿o debo preguntarle a Alfonsina Storni?

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