BRENDA GÓMEZǁ Hay situaciones que sólo podemos entender de manera contundente a través de la gran pantalla, más si son complejas. Lo hemos venido observando a lo largo de los años con las temáticas desarrolladas en los diferentes movimientos cinematográficos. La educación ha tenido sus buenas representaciones, quizá el papel que más se recuerde sea el de Robin Williams en «El club de los poetas muertos»; en 1954 lo hizo la japonesa «Veinticuatro ojos», más recientes están Half Nelson (2006), o La ola (2008). Todas abrirían un nuevo espacio para el espectador ya sea para centrarse en una o múltiples características. Las dos en las que quisiera centrarme pertenecen al cada vez más reconocido cine independiente, la primera es, La profesora de historia (2014), que dentro de sus detalles más notables está el cómo un hecho real puede ser bien adaptado, y la segunda, La maestra de kinder (2018), que si bien está basada en la película israelí de 2014 del mismo nombre, llega a ser el juego de espejos perfecto porque si en la original se perciben los sentimientos del más pequeño de los protagonistas en esta otra se recogen los de ella.
Ambas reflexionan sobre el compromiso individual y como nuestros actos pasan a convertirse en riesgos, pero ¿qué no lo es dentro de un mundo donde la crítica hacia nuestro desempeño resulta menos repetitiva que el desempeño en sí? Como si todos tuviésemos el don para contemplar o cómo si apreciar no fuese una extensión misma del arte en sí.
Con la profesora de Historia vemos cómo es posible darle un giro a la vida de cada ser humano por medio de la motivación y del trabajo en equipo. La profesora Anne Gueguen desafía a las demás autoridades de una institución pública, tomando el riesgo de hacer que el grupo de alumnos más problemático de la escuela se llegue a destacar, algo imposible para los otros profesores que dan por sentado el fracaso de todos ellos. Por otro lado, La maestra de kinder, cuenta la inusual atención de Lisa Spinelli con uno de sus alumnos, quién a pesar de tener 6 años posee un gran talento para componer poesía.
Hay muchos matices para interpretar la situación de Spinelli, no quisiera justificar el final en sí, pero tampoco restarle valor cuando decidimos volcarnos hacia algo, hacia alguien, ya sea porque nos vemos reflejados en alguien más o porque simplemente rechazamos la rapidez con la que el mundo avanza hacia el desapego. Tampoco ignorar o pasar desapercibida la actitud de los padres y madres que muchas veces deciden ignorar cualquier indicio de capacidad con tal de no tener otra responsabilidad que no sea la de llevarte a la escuela.
Me gusta pensar que ambas películas son un complemento, que sugieren algo, que priorizan la belleza… Son dos joyas más dentro del catálogo del cine, te enriquecen, te regresan la palabra en un presente enmutecido. Les dejo a continuación el poema que más me gustó de una de las películas y que continuó escuchando en voz de la profesora Spinelli. Se trata de un toro, si, algo sencillo, pero tal vez si te esfuerzas veas algo nuevo:
El toro
El toro se aisló en el patio de atrás
a oscuras abrí la puerta y salí
el viento agitaba las ramas
me observó
ojos azules
siguió respirando para sobrevivir
yo no lo quería
tan solo era un niño
di sí
di sí de todas formas.
Reblogueó esto en El Forastero Lector.
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