JOSÉ LÓPEZ VÁSQUEZǁ Reconocido en Nicaragua como el Benjamín de la Vanguardia, Joaquín Pasos, de cierto modo, ha corrido la misma suerte que Darío, la de alcanzar mayor notoriedad por sus versos que por su prosa, aunque también confesaré de los escritores de esta generación, tanto él como Manolo Cuadra fueron minimizados por la proyección de Pablo Antonio Cuadra y José Coronel Urtecho, aunque estos últimos reconocieron el talento de ambos autores que duraron poco tiempo con nosotros.
Es por eso que su obra Prosas de un Joven (editorial Nueva Nicaragua, 1994) cuenta con una sola edición, en muchos casos, sobre todo en poetas noveles, resulta desconocida, lo que debería causar mucha pena y malestar en la comunidad de promotores, editores y literatos del país, pues se trata ─quizá─ de una de las obras más jocosas, ingeniosas y lúdicas escritas en prosa en la historia de nuestras letras.
Conformada por ensayos breves, epístolas, cuentos, artículos, etcétera, llenos de argumentos novedosos, donde hace derroche de artificios como la ironía, el humor, la gracia y el refinamiento. En ellos, aborda variedad de temas, desde su punto de vista evaluativo y preciso, dándole sentido y poder a cada vocablo usado. En estos, además, demuestra tener un profundo conocimiento y dominio de las estructuras de los diferentes géneros de componen el libro.
En Hispanoamérica, un escritor posterior a él, que posee ciertas características o cualidades suyas es Monterroso. Dueño de una obra muy difundida, influyente y demandada, que evidencia que la de Pasos, de haber tenido una mayor difusión en su debido tiempo, pudo ─tal vez─ haber gozado de mucha aceptación, al menos, por el universo de lectores de nuestro continente.
A Joaquín Pasos habrá que rescatarlo de ese panteón de autores nacionales que hizo mucho por la literatura nacional y nos abandonó cuando pudo haber dado más para nosotros.