En mi afán por conocer a los grandes de las letras universales, animé a leer un cuento del escritor norteamericano Edgar Allan Poe, de él había leído Las Aventuras de Arthur Gordon Pym (1838), una novela que recuerdo lo sorpresiva que resultó; también lo conocí como cuentista en su relato Berenice(1835). Pues bien, el primer relato de Poe que abre el volumen del que le hablo, Los Crímenes de la Rue Morgue (1841).
Inicia con una disertación sobre la capacidad analítica que algunas personas tienen, esto dicho desde una tercera voz narradora, que observa y escucha a Monsieur Auguste Dupin, inmediatamente vino a mi mente el afamado detective de ficción conocido mundialmente, Sherlock Holmes, creado por el inglés Sir Arthur Conan Doyle, y vaya sorpresa, fue Poe y Dupin, y este cuento en sí, la inspiración no solo de Holmes, si no de la novela policiaca, uno de los géneros de este relato, el terror, haciendo extensiva la influencia de Dupin a los afamadísimos detectives Hercule Poirot y Miss Marpple creados por la también inglesa escritora de novelas de este género Agatha Christie.
Volviendo al relato, Augusto Dupin y su amigo el narrador, han tejido una bonita amistad, tanto que los ha llevado a convivir en una casa un tanto apartada del bullicio de París (Si ya sé, yo también recordé a Watson sobre todo en Estudio en escarlata (1887)), en sus nocturnos paseos Dupin muestra la capacidad deductiva que tiene para construir la historia de una consecuencia.
Es así como leen en un periódico los horribles acontecimientos que tuvieron lugar en la Calle Morgue, que terminaron con la vida de Madame L’Espanaye y Mademoiselle Camille L’Espanaye, cuerpos que fueron encontrados de una forma bastante escalofriante por los vecinos en la segunda planta de la casa que habitaban.
Un caso que al parecer no tiene una explicación clara, un móvil definido, y ni luces de un sospechoso, Dupin pronto deja en evidencia que los agentes policiales no han dado con las pistas correctas y él mismo poco a poco nos va desentrañando los cabos sueltos del misterio y es ahí donde el parecido con Holmes es evidente, la personalidad, el ser retraído y lleno de algarabía según el caso, y esa notoria habilidad para ver detalles que el resto de mortales dejamos pasar.
Lejos de su parecido con el personaje de Conan Doyle, Poe nos regala además de uno de sus relatos más largos, esos elementos que en su día rompieron esquemas en la novela, haciendo captar el interés del lector, y dejándose estos sorprender fácilmente por la explicación final de Dupin que es imposible de creer.
Bastan unas pocas descripciones de horror, pero es la ansiedad de descubrir la verdad lo que nos vuelve parte de la historia llevados por la voz del narrador.
Ahora bien, retomando la cadena de antecedentes de Hercule Poirot, Miss Marpple y Sherlock Holmes, que podemos decir se pueden detectar en ellos gran parecido en actitudes y actuación con Augusto Dupin el personaje de Poe¸ no es este la aparente génesis del resto, pues ya Voltaire en pleno Siglo XVIII, publica la obra Zadig, o El libro del destino (1747), en el incluye un relato que se relaciona directamente con el personaje creado por Poe, lleva por nombre La perra y el caballo, Zadig, demuestra la capacidad deductiva que tiene para encontrar las mascotas de la Reina de Babilonia que están perdidas, es de destacar que en el relato se hace énfasis en que Zadig ha adquirido esta capacidad luego de su profundo placer de observar la naturaleza.
Cuando leía hace unos días a Santiago Posteguillo en su obra La Sangre de los libros (2014), de forma específica en el relato donde narra los últimos días de Edgar Allan Poe, me dije “mí mismo, vos ya lo sabías”.
La literatura tiene tantas historias que se seguirán contando una vez nos detengamos a conectar autores, personajes y títulos, al final se puede disfrutar el doble, con que no corramos la suerte de las tristes protagonistas de que vivían en la Rue Morgue, se sorprenderán quién las mató y de qué manera, algo tan inverosímil solo lo podía descubrir Auguste Dupin.